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LOS EXITOSOS PELLS
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viernes, 30 de enero de 2009

Lucrecia Blanco: “Actuar en los Pells me hizo perder la credulidad”

Hizo de mala hasta que pudo destacarse con Lily, la productora hiperkinética que compone en el programa de Telefé. De su breve exilio español a la tevé salvaje. Yoga y fanatismo por Policías en acción

Lucrecia Blanco hizo un largo y sinuoso camino: de proyecto de psicóloga, a psicoanalizada exitosa. “No soy de las que querían ser actrices desde chicas. No sabía qué quería. Me gustaba la psicología, quizás por el cliché de que entre mis amigas era la que escuchaba”. Pero se le cruzó un grupo de teatro aficionado en Burzaco, donde nació. Al terminar el secundario dio el examen para el conservatorio nacional: “Si entraba, era una forma de saber si servía para esto”. Aprobó, y a los dos años interpretaba a una yuppie con ex integrantes del grupo under “El Club del Clown” en la calle Corrientes. “Ahí empecé a sentir el oficio”, dice la actriz que representa a Lily, una productora de noticieros en Los exitosos Pells.
Aunque participó en varias tiras de televisión (Casi ángeles, Costumbres argentinas, Bella y bestia, El tiempo no para, casi siempre con personajes antipáticos para el público) dice que la exposición de estar en Los exitosos Pells es muchísimo mayor: “A los Pells lo miran desde actores, que es raro que se enganchen con un programa, hasta la panadera de la vuelta de casa”.
“Lily es movimiento”, le indicó Sebastián Ortega, y Blanco hizo carne el personaje: mientras habla, no para de mover los brazos, se para, se sienta, se cruza de piernas.
–¿Cómo se compone a una hiperkinética como Lily?
–Me cuesta porque soy lo opuesto, de tiempos lentos. Me levanto dos horas antes para mis mates, mis tostadas, mi rutina. Pero como tengo que hacer escenas muy arriba, aplico una técnica que aprendí en Swasthya Yoga: respiraciones cortitas que hacen que oxigenes rápido tu cabeza y te despiertes. Acá en el estudio todos suben por ascensor, y yo por escalera. Cuando llego a casa, mi novio me pide que baje un cambio.
–¿Hay muchas Lily en la televisión?
–Sí. Aunque me faltó ir a noticieros en vivo: me cuentan que ahí son más salvajes todavía, más power. La gente piensa que Lily es mala, pero es obsesiva con su trabajo, tiene TOC (trastorno obsesivo compulsivo). En cambio, con los conductores y directivos es una gatita atemorizada.
–¿Y eso es habitual?
–Esa obsecuencia también se ve no sólo en los productores: a los poderosos les hablan distinto que al utilero, y a mí no me va. Me gusta tratar a todos igual.
–¿Se puede triunfar en televisión sin obsecuencia?
–Choqué mucho en el ámbito personal y profesional, hasta que aprendí a ser políticamente correcta. Hay que ser diplomático para sobrevivir en la televisión. Como dijo el personaje de Amanda (Andrea Bonelli): “Es televisión, no hay justicia”. Es un negocio y en los negocios hay frialdad. Y en los Pells... se muestra desde un lugar humorístico esa cruel realidad. Actuar en el programa me hizo perder la credulidad.
–¿La tele vende una imagen mentirosa de sus estrellas?
–Muchas veces, sí. Nadie es totalmente lo que proyecta, y con una cámara de por medio, se genera una gran fantasía.
–¿Le creés a los noticieros?
–Se nota cuáles están a favor del gobierno y cuáles no, eso quedó claro durante la crisis del campo. Además, algunos exacerban algunos temas que otros tapan, es difícil encontrar objetividad.
–¿Y qué programa te atrapa?
–Policías en acción me apasiona. Si bien es durísimo, son cosas que pasan. Cuando digo esto me contestan que “está armado”. No sé, pero los cuatro canas que entran a la villa y suben por los techos es algo que está pasando. Veo el sufrimiento de la gente humilde. Y también lo pintoresco del país, el borracho que delira.
Blanco es hija de una asistente social que trabajó mucho en su juventud hasta que debió criar a sus cuatro hijos. “Ella me inculcó un pensamiento esperanzador. De treinta casas que visitaba en la villa, en 25 la atendían bien. Hay mucha gente humilde muy trabajadora”.
–Viviste en España. ¿Por qué te fuiste?
–En el 2001 estaba para atrás, trabajando de camarera. Junté la guita justa para un pasaje y me fui a Madrid. Me quedé un año, hasta que me llamó Pablo Culell para actuar en Costumbres…por un mes. Fantaseaba con volver para ver a mi familia y regresar a España, donde estaba bien, en pareja…
–¿Pero…?
–A la semana de estar acá, durante una fiesta, en un balcón sobre Avenida de Mayo, me cayó la ficha: ¿qué estoy haciendo allá? Así empezó mi primera crisis.
–¿Saliste fortalecida?
–Muy. “Lo que no mata, fortalece” es mi frase favorita. Soy escorpiana y entendí lo de resurgir como el ave Fenix. Pasé una depresión de cuatro meses.
–¿Después todo fue para arriba?
–Muy paulatinamente, no soy maníaco depresiva. Tuve mucha contención de mi familia y empecé terapia. Antes sentía que podía salir sola: yo era la psicóloga. Hoy entiendo el feeling con mi terapeuta: Patricia es mi segunda mamá. Ya sé, está mal que lo diga, pero la quiero tanto…
Hace pocos días, Lucrecia compartió con Norma Aleandro una escena de la película Paco, de Diego Rafecas, donde hace de una adicta en recuperación, lesbiana y enferma. Aleandro elogió su trabajo: “Fue lo mejor que me pasó en mi vida profesional”, admite.
–¿Es justo el lugar que estás ocupando?
–Me siento afortunada de trabajar con actores que admiro. Tengo 33 años y no paro de aprender, como un chico de siete.

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