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lunes, 23 de marzo de 2009

Los galanes de ahora no usan afeitadora

Es tiempo de nuevos galanes en la televisión. Después de las caras bonitas de los años setenta, ahora llegó el turno del estilo recio de los protagonistas de Valientes, y de Mike Amigorena embutido en el solemne traje de Martín Pells.

Ayer fueron Rodolfo Bebán, Claudio García Satur, Alberto Martín, Arnaldo André o Arturo Puig. En los años ochenta, el club de los bonitos tuvo entidad y hasta equipo de fútbol propio: Los Galancitos, que formaban con un Ricardo Darín aún sin premios internacionales, Carlos Andrés Calvo (que todavía no era “Carlín, el macho del pirulín”), Darío Grandinetti con pelo y Raúl Taibo. Ahora llegó el turno de los músculos marcados de Luciano Castro, Gonzalo Heredia y Mariano Martínez y de la imagen impecable de Amigorena.

“A mí me gustan los chicos nuevos. Veo mucho a Mike porque es distinto, y esa distinción tiene mucho que ver con su juventud y su capacidad; Castro también tiene una personalidad muy linda”. Lo dice Alberto Martín, fanático hincha de Racing y seductor empedernido en telenovelas y teatro. De hecho, y a pesar del paso del tiempo, encarna ahora a un galán maduro en la obra Mi querido Mr. New York.

Arturo Puig decide apelar al diccionario: “Un galán es un personaje romántico de una obra de teatro. Antes, el primer actor y el galán eran dos personas distintas. Si te decían galán, te estaban queriendo decir mal actor, que eras sólo una cara linda. En la tele de hoy, Luciano Castro, Gonzalo Heredia o Mariano Martínez tienen unos físicos muy buenos. Antes con la cara alcanzaba, pero estos chicos han trabajado el cuerpo. Rompieron el molde, y ahora aparecen barbudos o con tatuajes”.

Los varones de ayer resaltan el salto temporal, el paso del tiempo, como un factor determinante para la modificación de ciertos modismos. Sobre todo el que determina el aspecto del macho conquistador de mujeres para la pantalla chica. Recio pero a la vez con cara de ángel, en lo posible alto y lookeado con corrección, nunca fuera de la moda imperante.

Los de antes se sorprenden de que los de ahora aparezcan en escena prolijamente despeinados o con barba crecida. Menos entienden el fenómeno Amigorena, quien no duda en vestir polleras o maquillarse la cara para andar por la vida y dejarse fotografiar por las revistas.

“En mi época te dejabas la barba y el pelo despeinado y te mandaban a Europa a trabajar, pero está bien, cada diez o quince años cambian las modas”, dice Jorge Martínez, quien además de conquistar a las seguidoras de La extraña dama paseó su garbo y encanto porteño por América Latina. “No hay tipos más desprolijos, más despeinados y más transpirados que los que trabajan en Valientes. ¡Hasta yo desde mi casa les puedo sentir el olor!”, bromea, y dice que Luciano Castro mejoró mucho su capacidad actoral. “En mi época iba a las entrevistas con trajes Mancini. Hoy hacen lo que se les canta. Mike se caga en todo, y me parece perfecto. Si yo me ponía una pollera no podía ni salir a la calle”.

Ricardo Bauleo coincide: “Antes era imposible que hubiera galanes afectados o que no cuidaran el aspecto –asegura–. Pero andá a decirle a Luciano Castro o al otro chico que les queda mal la barbita. A Mike lo tengo más en observación, pero el paso de comedia lo hace muy bien. Para galán todavía lo estoy estudiando”.

Por unanimidad, los actores de la vieja escuela coinciden en que el nuevo galán es un sujeto con alta aceptación. “Ser galán es un atajo, pero hay que asumirse como tal”, resume Alberto Martín. Puig atribuye la mala prensa del galán al periodismo: “Empezaron a poner diminutivos como galancito y galancete, pero para mí siempre fue un halago. Antes, al galán le ponían un elenco de la puta madre porque no sabía actuar. Sólo tenía que ser lindo y besar bien”, añade Martínez. “No es fácil ser galán”.

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