No la dejes ir, no la dejes ir

Ella miraba y miraba a los niños actuar, y yo la miraba. Y ella también, con complicidad, me miraba. Estaba haciendo el casting para el piloto de un programa con chicos que tenían que representar a gente adulta, y que se iba a llamar Magazine For Fai. Violeta tenía nueve años, y yo no quería que ella trabajara en un programa de su papá, lo consideraba enfermizo. Pero ella igual miraba y miraba, disfrutando al ver cómo jugaban los chicos representando, en improvisaciones, distintos personajes. Nunca me pidió que la probara; siempre, como conociendo el porqué, trataba de no demostrar su deseo de estar entre esos infanto-actores. Y llegó el día del piloto del For Fai y nos faltaba una niña para un personaje. Nora Moseinco, quien en esa época dirigía a los chicos del programa y era mi mujer (dos tareas nada fáciles), me propuso que probáramos a Violeta, y ante la desesperación de que nos faltara un chico le di mi sí. Violeta, contenida, rebasaba de felicidad, Nora la probó rápidamente, le pidió que hiciera de abogada, y los dos nos quedamos estupefactos mirándola actuar. A partir de ese día, muy tempranamente, supe que mi hija iba a ser actriz. Hicimos juntos cuatro temporadas del For Fai , La Kermex y otros emprendimientos de mi autoría, hasta que un día me dejó, profesionalmente, y me pidió que trabajara con ella, pero sólo haciendo de padre, una oferta que, con dolor, tuve que aceptar. De ahí en más, comenzó a actuar en tiras, novelas y obras de teatro, y obtuvo premios muy importantes (no saben lo que lloré cuando se ganó el Martín Fierro) y yo, sólo como padre, ahora veía sus representaciones.

Violeta es maravillosa, preciosa, talentosa, me emociona, me da mucha risa, me matan su ternura, su concentración, su belleza y, por supuesto, ese Edipo, que espero que nunca fallezca. Este año se fue a vivir sola, la veo menos, la extraño, me la encuentro en la tele, en un avance de la novela, abrazada a un mono que le da besos o corriendo por la selva con poca ropa... Y la miro y la vuelvo a mirar con felicidad, y con preocupación de que no se vaya a lastimar con alguna rama o a caer en un pozo.

Violeta existe, y eso me da mucha felicidad. No saben lo que es esto como padre: ver a esa niña con sus 24 años, que me enseña, me aconseja, me ordena, me estimula. Perdón, no puedo más. Lloro.

Mex Urtizberea es músico, conductor, actor y padre de Violeta.