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LOS EXITOSOS PELLS
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miércoles, 4 de febrero de 2009

Diego Reinhold, entre los Pells y la revista

Puso pausa a la tira de Telefe para hacer teatro en Mardel. A los 34, es la figura que todos quieren tener. Danza, canta, toca y no para de crecer.
Diego Reinhold se escapa por un rato. En la casa que ocupa desde que empezó el verano se permite un recreo entre las funciones de Deslumbrante, la revista de Miguel Ángel Cherutti, hace un balance y decide que sí, que está contento de formar parte de este género al que llegó la temporada anterior con Incomparable. “No me quería perder esto porque tiene que ver conmigo, con el desarrollo sobre el escenario. Sigo explorando y eso está bueno.” En este escenario trabaja con una pantalla y se hace lugar para el baile y el monólogo.

Es uno de los actores jóvenes con mayor formación profesional. Con 34 años, estudió teatro, música, acrobacia, danza jazz, contemporánea y comedia musical. Se hizo popular por su participación en Cómico y Stand Up y actuó luego en una decena de espectáculos, entre los que se destacó Mina, ché cosa sei, junto a Elena Roger. Ahora que puso pausa en Los exitosos Pells, vuelve a destacarse en teatro.

–¿Tenías prejuicios hacia la revista?

–Sí. Pero estoy en un momento en el que prefiero dejar de lado los prejuicios. Tenía ganas de explorar el lenguaje de la pantalla y acá tenía los medios; quería hacer algo de mayor envergadura para contar historias.

–Tuviste varias propuestas, ¿por qué elegiste esta?

–En su momento con Carmen, Reina Reech y Miguel sentía que había algo más refinado, y acá siento lo mismo. Pero creo que todavía hay mucho para trabajar en el género, que está muy fértil pero no se cosecha bien, como que se hace medio a los ponchazos: estrenan acá, se montan en poquitos días, se trabaja en compartimientos estancos, cada uno se ocupa de lo suyo y todo eso después se une. Hay una idea general, pero todavía no he visto un espectáculo que diga: esto se armó de pies a cabeza, como los de Jean François Casanovas que veía hace años.

–¿Para armar tu parte tuviste total libertad?

–Sí. Incluso a veces salgo al escenario a defenestrar lo que estamos haciendo, como un recurso para el humor. Lo que hago es eliminar al crítico del público, lo neutralizás, digo: “Bueno, esto es una mierda”, y empezamos desde ahí.

En Los exitosos Pells su personaje –Charly, el asistente de Martín Pells– se irá de la tira para reaparecer en los últimos diez episodios, “fue la única forma que encontré para hacer todo”, se lamenta. Allí formó con Diego Ramos la dupla dueña de los picos humorísticos de la comedia. “Estábamos en el mismo código, había partes desarrolladas por nosotros, venía el libro y decíamos ‘¿acá que hacemos?’ y empezábamos a boludear. Trabajamos con una libertad en la que todos cooperan. Ahí está el talento de Sebastián (Ortega) y Pablo (Kullel), que convocaron. Yo no sentía que iba a trabajar cuando tenía las grabaciones.”

–¿Tus otras experiencias en tele no fueron tan buenas?

–Ésta fue la primera vez que encontré un grupo de pertenencia; y creo que antes no estaba preparado. Quizás sí en Semanario insólito, pero no se dio. Para mí estaba buenísimo, pero duró seis programas, y al cuarto empezamos a sufrir porque nadie lo veía, todos se agarraban la cabeza. Era un formato ideal. Incluso para poder bajar línea ideológica: aunque uno la baja de cualquier forma, ahí podía estar en el discurso.

–¿De dónde viene esa necesidad de compromiso?

–El arte es la puerta hacia lo no manifiesto. Combina lo incombinable, hace algo que no se puede hacer en el mundo de la materia, trabaja con las impresiones, con la experiencia, con las emociones, que es una parte no manifiesta del mundo de la materia. Siempre que te encuentres con un hecho artístico, estás poniéndote frente a lo desconocido y el artista es el canal, nada más.

A los diez años, mandaron al pequeño Diego a tomar clases de dibujo. Al poco tiempo, la profesora le recomendó teatro. “Tenía una sensibilidad artística, siempre me conmovió el hecho poético y la metáfora”, recuerda. Desde ese principio, contó con el apoyo de sus padres y hermanos, “y eso que vengo de una familia muy cerrada, con familiares militares, asesinos, que están denunciados en la Conadep. Pero mi familia ha hecho un cambio muy importante”, dice.

–Y con ese entorno, ¿cuándo supiste que serías actor?

–Iba a una escuela de curas muy estricta, y encontraba en las clases de teatro mi espacio de expresión. No iba para ser actor, aunque decía que lo sería; era el lugar donde estaba mi gente.

–¿Te fue difícil vivir de esto?

–Durante los primeros doce o trece años de carrera, lo veía muy difícil. En los noventa parecía que si no eras modelo no ibas a llegar nunca. Tenía un representante que me decía que la carrera era hasta los 27 o 28, como si fuera un jugador de fútbol. Ahora también te dicen cosas contradictorias, como esto de que hay que ser un sorete o que tenés que salir a hablar en los medios, y no es así. Pero ya tengo la experiencia para no dejarme llevar. Los pasos que di en estos años son firmes pero cortos, como si la musculatura ya estuviera preparada. Llevo diecinueve años de trabajo, más otro tanto que pasé estudiando. Para dedicarme a esto tuve que hacer otras cosas, si no no podía sostenerlo.

–Cantás, bailás y tocás, ¿con qué disfrutás más?

–Yo soy feliz cuando bailo, me gusta mucho lo otro, pero el momento de salir a bailar es como mi esencia; como dice Billy Elliot: desaparezco.

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