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LOS EXITOSOS PELLS
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lunes, 9 de febrero de 2009

Diego Ramos: “Para ellas soy tierno y ellos, me felicitan”

El actor, que compone a un homosexual en Los exitosos Pells, cuenta cómo se adaptó a vivir en una Colombia militarizada. Dice que estaba aburrido de protagonizar telenovelas, y que es la primera vez que no le dicen que es lindo, sino que valoran su trabajo.
Lejanía. Mientras vivió en Colombia donde trabajó en novelas, Diego Ramos visitaba la Argentina una vez por mes para extrañar menos. Interrumpió los viajes porque no podía afrontarlos económicamente
Volantazo. Esa es la palabra que define lo que ha hecho Diego Ramos con su carrera. Luego de lograr imponerse como galán de telenovelas como Ricos y famosos o Muñeca Brava se atrevió a probar suerte en Colombia en 2001 con un papel en Pedro el escamoso, y continuaron ofreciéndole trabajos. Estuvo allí cuatro años y medio, y a su regreso a la Argentina empezó a probar tonos diferentes a lo que había hecho hasta entonces en la pantalla local: (des)entonó en Cantando por un sueño, arriesgó algunos elementos de comedia en Patito feo. Hoy compone a Tomás, el amanerado homosexual enamorado de Martín Pells (Mike Amigorena) en Los exitosos Pells.

—¿Como actor te fue difícil salir del lugar del galán?

—Acá sí. En Colombia no, porque no me conocía nadie, y llegué para hacer de villano. No me consideraban el galán. Entré en un mercado que ignoraba quién era yo, y estuvo maravilloso.

—¿Cómo fueron esos cinco años afuera?

—Partí pensando que me iba a morir sin mis amigos, sin la carne, sin la milanesa, y la verdad que en Colombia te adaptás muy fácil, porque la gente es muy similar a nosotros.

—¿Te daba miedo la idea del viaje?

—Totalmente. Yo pensaba que era irme a la jungla, que había gallinas caminando por la calle. Obviamente, eso es de ignorante total, porque llegás a Bogotá y descubrís que es una ciudad súper cosmopolita. Están los riesgos lógicos de cualquier ciudad y de lo que sucede en el interior de Colombia. Por ejemplo, hay mucha presencia militar, pero mientras que para nosotros el militar es el peligroso allá es el tipo que te cuida. Al principio hay que cambiar mucho la mentalidad: te tenés que acostumbrar, por ejemplo, que vas en coche a un shopping y al entrar te pasan el espejo por debajo del auto para ver qué llevás, o los perros antibomba que olisquean. Son cotidianeidades que al principio son terribles, pero las incorporás.

—¿Extrañabas?

—Al mes de estar allá ya vine de visita por un fin de semana, y me hacía escapadas una vez al mes. Yo me podía dar esa vida de bon vivant, me arreglaban los horarios y yo me venía el fin de semana. Y tuve la suerte de poder llevar a mi familia allá en dos oportunidades, incluso a amigos míos. Lo que sí, es que llegó un momento en que decidí no venir tanto, porque repartía demasiado el tiempo, terminaba agotado. Y estaba el tema de la guita: yo me hacía el bon vivant, pero tampoco es que cobrara como para viajar todo el tiempo a la Argentina.

—Te fuiste en un momento difícil del país...

—La distancia me sirvió para tener un poco más de claridad: no es lo mismo verlo desde afuera que vivirlo. Yo me acuerdo que me iba cada dos por tres a Ezeiza, pensando en que la había pasado bárbaro, y veía familias enteras llorando porque se despedían de algún familiar que se iba del país. A mí me hacía sentir culpable, porque mientras me iba bien a otros la vida les pasaba por arriba.

—Tu apuesta significó una alta presencia en el resto de América Latina pero muy baja en nuestro país. Al volver, ¿tuviste que remarla de nuevo?

—No. Primero, por suerte mientras yo estaba allá me llamaban de acá. Segundo, cuando volví para formar parte del elenco colombiano de Amas de casa desesperadas, a la semana ya me habían llamado de Patito feo y de El tiempo no para, que no pude aceptar. Tercero, nunca hago las cosas calculando lo que sigue. Para mí, mi carrera no es un juego de ajedrez. Yo acepté Los Pells... y rechacé una telenovela en Miami y otra en Colombia, y acá todavía no tenía ni siquiera el contrato firmado. Económicamente, no sé si fue lo más inteligente. Yo no soy ambicioso, no pretendo que me reconozcan en Colombia, o acá: si no me reconocen, mejor. No me gusta la exposición, soy perfil bajo. No pretendo la alfombra roja ni hacerme millonario.

—¿Por qué elegís el perfil bajo?

—Porque me gusta actuar, no ser famoso. No me gusta hablar de mí. No me considero una persona muy brillante, con cosas interesantes para decir. Además, todo es cada vez más circense. Hay muchos actores a los que les encanta salir en la tapa de las revistas, y me parece buenísimo si se hacen cargo. Yo conozco mucha gente que contó con quién salía, que mostró su casa, hasta su inodoro, y después le molesta que hablen de ella. Bancatelá, porque a la puerta la abriste vos. Hoy todos son artistas... Yo soy actor, para artista me falta tanto... Cuando escucho a algunos que se dicen artistas me digo que hay que tener la cara muy dura.

—¿Te considerás un laburante?

—Como todos. Lo que pasa es que se empezó a vender una cosa que no es, ni me interesa. Prefiero estar solo con mi perro, un terranova, salir a pasear con él, que prepararme para eventos o salir a hablar de mí. Yo vengo al estudio, laburo y me fui. De hecho, si hay un corte en la jornada aprovecho para irme a casa. Estar delante de la cámara no es la vida, ni va a durar para siempre. Yo no tengo perfil alto ni en mi vida privada.

—Siempre existió el lugar común de dudar de la sexualidad de los galanes...

—Siempre.

—En su momento, cuando dudaron de vos, te has burlado de eso. ¿Ahora con este personaje vas a salir de ese lugar común?

—No me puede preocupar lo que digan de mí, porque yo hago lo mismo: puedo estar una tarde en el living de mi casa viendo la televisión y defenestro a medio mundo, creyéndome que porque estoy en televisión puedo hablar pestes de alguien. Son roles que llevan a que uno diga pelotudeces.

—¿Es sólo por los roles?

—Será porque el galán tiene que ser perfectito, gustarle a todas las minas... A mí me ha pasado de ver un galán y pensar “uy, este pelotudo...” y después al conocerlo descubrir que nada que ver. Uno, si está en la tele, van a hablar de él. ¡Si yo trabajé en una oficina y también hablaban! Por ejemplo, con eso de dudar de la sexualidad, vos fijate que con Tomás jamás nadie me gritó “puto” por la calle, cosa que antes sí. Ahora las minas me muestran un lado tierno, y los flacos me felicitan. Al principio me daba miedo, hacer el personaje, ver cómo iban a reaccionar los demás.

—¿Como galán te gritaban por la calle?

—Por la calle o en cualquier lado. A mí me pasaba que iba a boliches, y me presentaban y apagaban las luces y todas las minas se ponían a gritar. Claro, los flacos primero se quedaban mirando y después me gritaban de todo y me tiraban cualquier cosa. Es lógico. Uno está expuesto.

—¿Tu rol de homosexual puede repercutir negativamente en tu carrera en el exterior?

—No creo. Generalmente, los actores que llegan a Colombia para hacer de galanes, son madera terciada, por lo que la competencia... Yo ahora estoy haciendo otra cosa porque a los 36 años ya me aburría. Creo que este personaje suma: ellos ya saben que podía hacer el galán, ahora saben que puedo hacer esto otro. Y si llegan a pensar en que está mal para mi imagen recia de galán, les mando un beso. Allá ellos.

Cómo es pasar de “galán” a “loca”

—¿Qué pensás que imagina una ama de casa que te veía como galán en una telenovela de la tarde y, de repente, te encuentra haciendo de loca en ‘‘Los exitosos Pells’’?

—Piensa que soy ella. Las mujeres a mi personaje lo ponen en un lugar femenino, y terminan considerándolo una chica más. Lo que le pasa es muy femenino. Yo conoz-co hombres celosos como Tomás, pero lo hacen desde otro lugar. Las minas ahora me ponen en el lugar de pobrecito, y se cagan de risa. Me encanta que vengan y me digan que las hice reír. Ahora si me ven en la calle de repente me dicen que en persona soy más lindo, porque al personaje lo armo. Cuando me dicen que en el programa no estoy lindo, más me divierto.

—¿En qué te basaste para hacer a Tomás?

—Tengo amigas que cuando el marido va al otro cuarto ellas le preguntan a dónde va, los tienen agarrados todo el día. ¿O viste que hay una edad en que las mujeres te empiezan a elegir la ropa aunque vos no quieras, que te ganan por cansancio? Tomás es así.

—¿Es la primera vez que te sentís reconocido como actor?

—Es la primera vez que lo primero que me dicen cuando ven una escena no es “qué lindo que sos”. Ahora, primero me dicen que les gustó como actué. Antes siempre me decían “ay, qué lindo que es tal personaje, y lástima que no puede estar junto a la chica”, y acá nada que ver. Ahora creo que lo que se juega es la sorpresa de verme haciendo comedia. Hay mucho público joven que ni me conoce porque viví afuera, y otro público que me conocía creía que yo siempre iba a ser el muchacho en medio de un amor imposible al que, quizás algún día, lo podían matar.

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